La lluvia pertinaz picotea los charcos,
lame las heridas de la tierra devastada,
besa los embriones sembrados en los campos,
restaura la viveza a la campiña empolvada
y saetea a los artistas con sus coloridos arcos.
De los surcos negros y mojados arranca,
con su mano llena de fértil bondad,
sus primeros hijos, que hacia el cenit se alzan
exigiendo a voces poderse amamantar
con la nueva luz del cielo que escampa.
Llorando están ya los recién nacidos;
frágiles, vulnerables y desamparados.
Crecerán envueltos en lindos vestidos,
mas no todos gozarán de longevas vidas:
algunos de ellos verán sus cuellos sesgados
y servirán de alimento a ricos y oprimidos;
otros, los más bellos, serán obsequiados
y sangrarán su fragancia mientras agonizan.
Inocentes criaturas de tierno verdor,
frutos de la lluvia y su húmedo amor.
lame las heridas de la tierra devastada,
besa los embriones sembrados en los campos,
restaura la viveza a la campiña empolvada
y saetea a los artistas con sus coloridos arcos.
De los surcos negros y mojados arranca,
con su mano llena de fértil bondad,
sus primeros hijos, que hacia el cenit se alzan
exigiendo a voces poderse amamantar
con la nueva luz del cielo que escampa.
Llorando están ya los recién nacidos;
frágiles, vulnerables y desamparados.
Crecerán envueltos en lindos vestidos,
mas no todos gozarán de longevas vidas:
algunos de ellos verán sus cuellos sesgados
y servirán de alimento a ricos y oprimidos;
otros, los más bellos, serán obsequiados
y sangrarán su fragancia mientras agonizan.
Inocentes criaturas de tierno verdor,
frutos de la lluvia y su húmedo amor.