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¿Por qué Caperucita era tan tonta?


¿Por qué Caperucita era tan tonta? Ese es el título del presente ensayo. ¿Por qué Caperucita era tan tonta? Y es que Caperucita era una niña muy bondadosa pero completamente tonta. Todos los días se dirigía, atravesando el bosque, a casa de su abuelita, cantando como una gilipollas las cancioncillas del «hit parade» de los cuarenta principales y Alí Babá, que también era un tonto baboso, de ahí el mote que le pusieron.
Caperucita caminaba canturreando alegremente y saltando con gracia como una mariposilla, de flor en flor y de oca a oca. Sí, señores, saltaba de oca a oca y dejaba todo el camino, hasta la casa de la abuelita, lleno de ocas aplastadas por los pisotones de la infantil gamberra, que era el terror del gallinero.
Cuando por fin llegaba a casa de la abuela, golpeaba la puerta solicitando la entrada (educación no le faltaba). La abuelita aprovechaba para esconder al cazador en el armario y la hacía pasar con su vocecita dulce y suave:
—Pasa, hijita, pasa.
—Hola abuelita, aún soy uva pero te traigo el desayuno.
—¿De qué se trata?
—Es una tarta que ha hecho mi mamá para ti.
—Tu mamá es una guarra asquerosa. Sabe que estoy fatal del azúcar y no hace más que mandarme dulces. Pues se va a joder porque no pienso comérmela, y como siga insistiendo en putearme de esa manera la desheredaré y no verá un puñetero duro cuando yo falte. Lo que ella quiere es acabar con mi salud.
—No te enfades, abuelita. Lo que pasa es que mamá se da cuenta de que estás ya muy mayor y ella está a favor de la eutanasia.
—Pues yo no conozco a la Anastasia esa pero ya me está empezando a caer gorda, la tía cochina.
—No te pongas así, abuelita, que te sube la tensión y te pones como una olla exprés.
—Fuera de aquí, niña insolente.
—Adiós, vieja. Que te den morcilla.
—Bueno, pero que sea morcilla sin sal, que el médico me la ha prohibido.
Y Caperucita se marchaba por donde había venido, siguiendo el rastro de las ocas aplastadas. Algunas veces, en el camino de vuelta, se topaba con «el lobo», un psicópata asesino de colmillos afilados que se había doctorado en violaciones por la Universidad Abierta de Piernas pero que nunca conseguía hincarle el diente a la tonta del bote porque estaba muy gordo y no podía correr tras ella para darle alcance, altramuces, almendras, pipas y otras chucherías que gustan tanto a los niños de corta edad. Pero como Caperucita era tonta, y no sabía que el lobo era el quiosquero del bosque, salía huyendo despavorida y se perdía las golosinas y la ocasión de tomar contacto con los placeres del cuerpo. Peor para ella.



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